UN PERRO, UN HOMBRE, UN ABISMO
Una pareja conversaba, discutía, conversaba, discutía, estacionados en Dean Funes y Humberto Primo, de la Ciudad de Buenos Aires; estaban en su mundo. Con los problemas cotidianos, controversias sobre cómo educar mejor a sus hijos, con sus propias crianzas disímiles a cuestas. Planeaban sus futuras vacaciones, eso era un tema por demás complicado de por sí, en un país con pocas garantías económicas. En cualquier otra parte del buen mundo, ese sería un tema doméstico más. Solo se debería consensuar el lugar correcto para descansar y pasarla bien, y eso sería todo. En cambio, en Argentina, eso conllevaría a tener que dejar de realizar otros sueños por delante. Ahí estaban ellos, en su burbuja, cuando un hombre de mirada triste se la pinchó al arrimarse por la ventanilla del auto de la pareja, con un “disculpen”, ahí empezó un sinfín de alegatos que las dos personas del habitáculo no llegaron a escuchar en un primer momento, pero que el señor de mirada cabizbaja seguía insistien...