AROMA A JAZMÍN
Era un atardecer cálido del mes de noviembre, el sol iba perdiendo su nitidez y comenzaba a esconderse por detrás de las fachadas de los edificios de Buenos Aires. La gente salía de las oficinas, se cerraban los comercios y las luces empezaban a brillar en la gran ciudad. La ciudad que nunca duerme. Alexandra era una más en esa multitud, su vida no tenía nada de extravagante, al contrario, sentía que la rutina la estaba agotando; pero no poseía muchas opciones para abandonar lo que venía haciendo desde hace varios años. Esa tarde, caminó despacio hacia la parada de colectivo y sintió ganas de dar la vuelta y deambular con rumbo incierto. Pero recordó que sus pequeños de 8 y 11 años aguardaban su arribo al dulce hogar, por llamarlo de algún modo. Ella amaba a sus hijos, por ellos vivía y se desvivía. Pero por ellos también se había olvidado cuánto había en su cuerpo de mujer. Hacía cuatro años que su marido la había abandonado por una bella veinteañera y todavía no ha...