NI UN PELO DE ZONZO
Todo cambia, los años tiñen los cabellos, los matizan y a veces sin un por qué aparente, los marchitan y los hacen caer antes de que la cronología así lo indique. Y sí, los hombres padecen de ese problema, el cuál es estudiado por la ciencia; que busca, una y otra vez, dar con la cura en el menor plazo posible. Mientras tanto, el que espera desespera. Y continúa al aguardo del milagro que nunca se digna en llegar. Por eso, en el ínterin, se aprovecha de buen gusto la moda de cabezas rapadas, para que todos puedan lucir su calva sin culpa. La historia arranca en la década del 50, cuando un muchacho muy guapo y codiciado de Paternal, se fogueaba en los bailongos con su estupendo jopo petitero, al ritmo de Elvis Presley y de Los Plateros. Las jovencitas suspiraban al verlo arribar, con su saco con tajitos de costado y sus tres botones al frente; la camisa de cuello redondo para traba y las mangas para gemelos; el pantalón ajustado, marcando su espléndida figura, al ritmo del rock ...