EL VENADO
Si los muchachos supieran todos los preparativos, las emociones, los cosquilleos, las charlas precedentes; que sienten las chicas, en la previa, antes de ir de parranda. Si estarían al tanto, jamás osarían tener el tupé de mofarse de tan sólo una mujer nunca más. Al contrario, tendrían que rendirle pleitesía a cada femineidad que se pasea frente a sus estirpes, sean ellas agraciadas o no tanto.
Y así, de esa manera revolucionaria, un grupo de ninfas adolescentes se preparaba para ir a bailar. Unas eran más lindas que las otras, las otras tenían más lomo que las primeras y las que no poseían ni lo uno ni lo otro, al menos tenían cerebro.
Partieron esa noche, con las hormonas revueltas, en busca de algún romance fortuito o duradero, eso dependía muchas veces de la presa que se presentase.
Las más atractivas salieron a bailar con algún galancete de turno o simplemente solas al umbral de la pista. Pero, para Lodian nunca fue fácil recorrer las discotecas de moda, tenía complejo con sus kilos de más, era una linda piba; pero lo que más sobresalía en ella era su extrema inteligencia, mezclada con una pizca de gracia, y un poco de mal genio, en algunas ocasiones.
El inconveniente fue que en un lugar de música fuerte y luz tenue, lo que menos importaba era la capacidad intelectual o lo macanudo que resultaba el desparpajo. A los jóvenes sólo les interesaba que portases un buen trasero y unas buenas lolas; y si carecías de neuronas mejor.
Así fue esa noche de sábado, Lodian al pasar por un grupete de chicos guapos re cool, sintió cómo se le reían en su propia cara, uno le dijo a tono de burla: - ¡Qué linda que sos! Ella a medida que caminaba hacia ningún lugar, se fue envalentonando mientras daba una vuelta alrededor de la pista. Y sola, muy sola; porque sus amigas danzaban con sus cuerpos al viento, sin darse cuenta de su amargura; ella, tan solo ella, pasó nuevamente, alrededor de la barra donde paraban esos pibes altaneros de nariz respingona, en todo sentido; se acercó al más lindo, y le preguntó:- Disculpame, ¿Puede ser que te conozca del Country Venado Tuerto? Él, orgulloso, por haber sido asociado con un lugar tan chic, le dijo:- Puede ser. Y ella retomó:- Sí sos vos, las chicas te decían Tarzán. El flaco infló su pecho como paloma y miró a sus amigotes más ancho que nunca. – Sí, le dijo él - Es muy probable que me conozcas. Ya olvidando por un rato, la robustez de la dama y tratando de sacarle la mayor información sobre su fama cautivante. En el preciso momento, en el que estaba volando hacia la cima del agrandamiento; en el instante en que su alma no podía más con tanto halago; y sus compañeros de ruta se morían por la envidia; Lodian retomó su cuestionario y le soltó su última inquisición: -¿Sabés por qué mis amigas te llamaban Tarzán, no? Él, otra vez ensanchando su pecho y levantando una ceja cómplice delante de todos, lanzó un sí por supuesto, y ella sin pudor de estar tan rodeada le escupió: - Claro, te llamaban así porque sos el rey de los monos. Todos los presentes soltaron una carcajada interminable, Tarzán, en un instante, pasó a ser la mona Chita. Y Lodian se fue ancha, pero no de cuerpo, de espíritu. Demostrándoles a todos que ir por la vida sólo exponiendo una cáscara hueca de contenido, acaba como terminó ese muchacho, estrellado en Venado Tuerto.
Por Andrea Sigal, © septiembre de 2011
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