Parafraseando el andar

Todos nos deleitamos contando millares de anécdotas de salidas y encuentros que fueron memorables, apasionados. Que han marcado un momento de nuestra vida que sería digno de repetirse una y otra vez. Pero poco sabemos de esa cita que nunca volveríamos a tener en mil y una noche, o peor aún en mil y una vida. En esos anocheceres o amaneceres que de mágicos sólo tienen el final. Ahí es dónde vamos ahondar en estas largas líneas, de cortas noches que parecieron eternas para los protagonistas. O al menos para uno de ellos (Yo). Ella era una adolescente, un poco susanezca , los que leímos Mafalda sabemos a qué nos referimos con ese término; y el que no, no sabe lo que se ha perdido hasta el momento. Su nombre me suena, Andrea. Andrea estaba sola, tenía edad para estarlo. Su mejor amiga de 19 años, igual que ella, se había puesto de novia, con un chico algo mayor, solvente, y con varios amigos ávidos de chicas para enganchar (estaba de moda en ese ambiente este tipo de presentaciones)...

Aprendí de vos a quererme. A hacer de mis defectos un poco de algo personal. Aprendí de vos a ser sincera, primero conmigo misma, Sin importar el afuera porque es de palo. Al menos eso intento, aunque a veces yerro en mi propia vanidad. Vos eras aún más auténtico, más especial. Aprendí de vos, que la gente debe quererme por lo que soy Y no por lo que aparento ser. Aprendí de vos a valorar la palabra Y a no mirar al prójimo por lo que tiene, sino por lo que le falta. Aprendí de vos a ser canchera, irónica y hasta también verborrágica. Aprendí de vos a sostener mi palabra, a luchar por lo que creo, Y a pelearme con el mismísimo poder con tal de defender lo que pienso. Aprendí de vos, que es preferible el olvido cuando no encuentro perdón. A no humillarme ante otro, porque llevo tu sangre y eso no se negocia. Aprendí de vos el arte del truco, de la picardía. Aprendí de vos a filosofar de vaguedades mundanas, A soñar despierta con el pasado que no fue. ...