EL CAPARAZÓN OLVIDADO

El caracol bichito totalmente denostado por su andar lento, silencioso; pero constante.  Va marcando su paso, y deja su huella pegajosa, para que no se olviden que por allí pasó.
No jode a nadie, va en busca de un poco de paz, escondido en su propia burbuja. Resguardado del mal que lo rodea. Del egoísmo presente, del nepotismo del mundo por devorárselo. Devorárselo para saciar una necesidad básica o por puro deporte. Cazar al débil, al que no puede defenderse, salvo cuando hiberna y pasa desapercibido, sellando su mundo a través del opérculo que se autodestruye al llegar la primavera.
Y así, sin joder a nadie, el mundo se mete con su mísera presencia.  Las hormigas acechan aprovechando su letargo y buscan penetrar perforando su coraza dormida. Y se lo tragan cuán majar del día. Ellas no se apiadan de su solitaria presencia, ni de la bondad que irradia su historia; solo se atoran ante tanta saliva. ¿Por qué no le perdonarán la vida? ¿Creerán que es un ser que no merece sobrevivir  para  poder contarla? ¿Pensarán que no vale la pena darle una oportunidad a un animalesco hediondo?
El cornudo molusco, dotado de baba, con su deambular gelatinoso que lo ayuda tanto a evitar las heridas que el camino le interpone; como a bloquear las bacterias expectantes de un traspiés para atacar sigilosamente. Todos  a su alrededor esperan ese momento de debilidad del débil. Nadie quiere  perderse el banquete o al menos gozar de ver como otros se atragantan a través del canal Gourmet. Total todo el universo puede prescindir de su existencia.
Y allí está su futuro truncado, nadie se detuvo a mirar sus bondades; solo criticar sus defectuosas imperfecciones. Sin detenerse a darle una oportunidad de defender su estirpe, su nobleza, su perfección imperfecta.
Atrás quedaron sus días parsimoniosos, solo subsistió de él un mortífero caparazón, emblema de una vida temerosa, controlada y desconocida. Tenía tanto para dar y no lo dejaron. Dentro de sí vivía un mundo fantástico lleno de sueños y proezas que podían cambiar el horizonte para muchas especies, incluso para sus depredadores. Pero prefirieron asquearse con su mucus, sin saber siquiera todas las propiedades beneficiosas que esa baba poseía.
Ya es tarde, no queda mucho por narrar, no pudo contar el cuento, en el derrotero del olvido quedaron sus quimeras, su amor exagerado, su ruta glutinosa engullida de un bocado.



Por Andrea Sigal                                                                       


©Copyright 2017


Comentarios

Entradas populares de este blog

UN PERRO, UN HOMBRE, UN ABISMO

Que los hay, los hay... ¡Y Ojo porque andan sueltos!

LEÓNIDAS, UN LEÓN AMENGUADO