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Mostrando entradas de septiembre, 2011

AMOR SIN BARRERAS

Estar solo o sola tiene sus beneficios, nadie se entromete en tus asuntos, ni te dice lo qué hacer y lo que no. Asimismo, no tenés que estar marcando boleta en algunos casos, o celar insensatamente en otros. Ni llevar cuernos ni hacerlos llevar. En contraposición, también uno no tiene en quién refugiarse en los momentos de soledad ni recibir un millón de mimos acogedores. Por esa razón, estar en pareja tiene sus pros y sus contras. A mí me pasaba que por períodos prolongados gozaba de mi soltería, pero siempre preguntándome cuándo llegaría mi príncipe azul. Lamentablemente, la mayoría de las veces los galanes que se presentaban afloraban de distintos tonos y matices; pero nunca traían consigo el zapatito perdido. Luego de haber sufrido por amores que no fueron, y de haber celado más de lo imaginable al divino botón, llegó a mi vida un muchacho común, laburador, inteligente y bien vigoroso. No me volvió loca de remate, pero pensé que eso era fruto de la madurez. Me venía bi...

DE PATITO A CISNE

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Y me la creí, sí tuve mi época de flaca creída. Algunos se habrán preguntado, de qué se la da esta mina. Pero tuve mi tiempo glorioso en que me llevaba todo por delante, hasta que me llevé por delante un umbral entero. Y el episodio comienza cuando el patito feo se transforma en cisne. Al percatar que los chicos primero te miran, para luego desearte. Recuerdo un día al salir de la escuela secundaria, en los comienzos de mi primer año, donde no sos ni chicha ni limonada, aún siendo más pato que cisne; unos muchachotes que se la daban de no se qué, repartían entradas gratis para el boliche Ateneo (era la disco grasa de los 80), pero obvio para una mujercita creciendo, cualquier entrada era un piropo, porque significaba una invitación. Pero al pasar por delante de ellos, con la cabeza cabizbaja, uno en tono burlón me dijo: -No dejes de venir. Y se rió de modo socarrón, conjuntamente, con sus otros amigotes. Me fui enfurecida y triste. Me habían quebrantado la autoestima en pleno d...

BANALIDADES

Aunque te quieras resbalar en lo que piensan los otros, es difícil escapar de la rutina observadora externa, ese ojo de lince que nos clavan en nuestro ser, para descalificarlo o criticarlo, sin conocerlo de veras. Recuerdo cuando era adolescente y quería estrenar alguna pilcha diferente, cada vez que tenía un baile. La idea era cambiar en algo, combinar inconmensurablemente, verme de otra manera. Pero siempre una voz interior, o más bien exterior, la de mi madre para ser más precisa, quería que no sea tan banal y superflua. Así que me taladraba que no tenía importancia repetir el atuendo; hasta que llegó esa noche en la que le hice caso. Le hice caso, porque unos pocos días atrás, había lucido una hermosa remerita blanca manga murciélago, con una inscripción I love, bordada en lentejuelas. Y quise reestrenarla en otro lugar, con otra gente. Feliz con el éxito, que había despertado en el sexo opuesto anteriormente, me volví a pasear oronda por la vida sacando pecho y levantando...

LAS MENTIRAS TIENEN PATAS CORTAS

"No enseñéis a los niños nada de lo que no estéis absolutamente seguros. Mejor que ignoren mil verdades y no que conozcan una sola mentira.", John Ruskin. "La verdad puede ser dulce o amarga, pero no puede ser mala; la mentira puede ser dulce o amarga, pero no puede ser buena.", Constancio C. Vigil. "El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera.” , Alexander Pope. Un razonamiento lógico, recriminamos y nos recriminan las mentiras, pero somos parte de una gran fábula que inventamos muchas veces los adultos para no decir las cosas por su nombre. Y ahí quedó mi discurso al descubierto, cuando mi propio hijo de 8 años me miró con dolor a los ojos y me dijo sin pudor: “¿Cómo me pudiste mentir desde hace 7 años, si siempre me decís que odiás que te mientan?”. Y, sinceramente, tiene razón. Ahora voy a relatar, su desazón y mi vergüenza. Como todos los días, em...

El alquiler

Cuando alquilé aquella casa de la avenida San Juan, cerca de la 9 de Julio, no entendí la premisa de la dueña, que me pedía encarecidamente que no suba nunca al altillo de la vivienda. Pero la curiosidad mata al gato, y como buena gatita me deslicé a hurtadillas hasta el rincón más alto de aquel PH. Pero estaba cerrado, tan cerrado y oscuro que bajé más rápido de lo que había subido. Por un tiempo, ni atiné a asomarme a esa escalera gris y lúgubre que estaba al final del pasillo. Los días que viví allí fueron raros, apocalípticos. Sufría de insomnio o tenía despertares fatigosos. Mi cuerpo sudado se encendía cada mañana; era como una sensación extraña de fastidio y deseo. Pasaron los meses, y las cosas no cambiaron demasiado. Mi curiosidad permanecía latente. Pero aún el miedo no me dejaba quebrantar las reglas del contrato. Con el tiempo, la realidad me absorbía en mi propia fantasía. Y ya no sabía a ciencia cierta qué me estaba pasando. Tenía que vencer el m...

La sabiduría de los años...

Encanecida, cansada, fustigada de la lucha cotidiana; así llegué a esta vejez luego de tantos caminos recorridos. De tantos curvas y contra curvas. De tantos baches, caídas, espinosos senderos, descensos fortuitos y muchas pausas en el desierto. Duelen los huesos, duelen los cayos de tanto andar. Pero, también las canas me hicieron sabia y más profunda. Atrás dejé las banalidades, los caprichos, el consumismo extremo. Ahora puedo ver la vida desde otro lugar, con más objetividad, sin tanto fanatismo. Recuerdo cuando aún muy joven no podía soportar un pensamiento adverso al mío. Me viene a la mente, la confrontación impulsiva o la expulsión directa. El debatir era un problema, porque siempre quería imponer mi opinión, desestimando al adversario. Y terminaba con un "punto" como aprendí de mi abuela, cuando quería que la discusión finalizase con su última palabra. La juventud me dio la riqueza de aventurarme en diversas disciplinas; pero me costaba finalizarlas. Y cambiaba...