DE PATITO A CISNE


Y me la creí, sí tuve mi época de flaca creída. Algunos se habrán preguntado, de qué se la da esta mina. Pero tuve mi tiempo glorioso en que me llevaba todo por delante, hasta que me llevé por delante un umbral entero.
Y el episodio comienza cuando el patito feo se transforma en cisne. Al percatar que los chicos primero te miran, para luego desearte.
Recuerdo un día al salir de la escuela secundaria, en los comienzos de mi primer año, donde no sos ni chicha ni limonada, aún siendo más pato que cisne; unos muchachotes que se la daban de no se qué, repartían entradas gratis para el boliche Ateneo (era la disco grasa de los 80), pero obvio para una mujercita creciendo, cualquier entrada era un piropo, porque significaba una invitación. Pero al pasar por delante de ellos, con la cabeza cabizbaja, uno en tono burlón me dijo: -No dejes de venir. Y se rió de modo socarrón, conjuntamente, con sus otros amigotes. Me fui enfurecida y triste. Me habían quebrantado la autoestima en pleno desarrollo.
Un año más tarde, en plena conversión, volví a pasar frente a ellos y otra vez me acercaron el pase libre, pero esta vez con ojos devoradores; sin recordar, lógicamente, que esa joven atractiva, era a ciencia cierta, aquel abejorro con trenzas, que pasó frente a sus narices un tiempo atrás. Y con toda esa furia acumulada por meses, los miré fijamente y les contesté: - A ese boliche grasa ni loca voy. Y seguí mi camino orgullosa de misma, revoleando vengativamente el free pass por los aires.


Por Andrea Sigal, © septiembre de 2011

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