La pluma de la mariposa





El sol ese día brillaba como nunca antes, cuando un arcoíris se posó entre el infinito y la tierra. Jamás se habían visto tantos colores, en un medio punto regalado por la madre naturaleza, luego de una lluvia de verano.
Ahí estaba ella, cuan arcoíris de mil colores, mirando al mundo desde el cielo azul. Se quedó un rato inmóvil contemplándolo todo. Y en un instante, ambos desaparecieron de la vista de los mundanos, que la contemplaban desde tierra firme.
Corrieron tras ella, para cazarla, para avistarla de cerca, pero su vuelo era largo, interminable. ¿De qué estaba huyendo? ¿Por qué siempre se estaba escapando? ¿Por qué era tan feliz entre la soledad de algodonosas nubes viajeras? Se la veía plena saltándolas de una en una. No se cansaba nunca. Todos querían que aterrice. Algunos para contemplar su belleza de mirada verde.
Otros para poder pasar junto a ella tan solo una tarde, absorbiendo el néctar de múltiples flores que con su aroma invitaban a un té silvestre. Y los más ruines solo querían devorarla, porque su brillo opacaba sus mentes ofuscadas. Ella sabía bien que si era capturada o apenas tocada, cada dedo posado sobre sus escamas frágiles harían que estas se vayan desprendiendo de su piel  hasta mutilarla. Y que, además su color por esa causa desaparecería dejando una filigrana, como huella marcada a fuego. Por eso comprendió que le era difícil perdonar, olvidar, todo quedaba adherido a su dermis. Ella solo quería volar, volar y volar, contemplarlo todo desde lo alto, sin prejuicios, sustraída de toda opinión que pudiera perturbar su propia esencia. Ella volaba para acercarse a su Dios y saber que era producto de una bella creación divina. Ser acariciada, abrazada, bendecida, era lo único que estaba buscando entre sus recuerdos.Y de pronto, tuvo una conversación profunda consigo misma. Y recordó que el haber llegado a ese lugar tan ancestral,  reencontrándose  con sus valores con sus anhelos, con su verdadero yo, no fue producto de la magia, sino de su propia metamorfosis.Fue allí mismo cuando esa agraciada y vistosa mariposa, cubierta de hasta seiscientas coloridas escamas que se superponen unas sobre otras en un milímetro cuadrado, formando incontables tonalidades a la vez, desenrolló su espiritrompa debajo de su cabeza y habló como nunca antes. Tenía que escudriñarse y reconciliarse con su historia. Ponerle un cierre a todo eso que la marcó para bien o mal. Y disfrutar plena de su vida. Recuperar años de autoanálisis y depresiones por lo que no fue, por lo que pudo haber sido o por lo que nunca será. Como el luchar contra bueyes perdidos y buscarlos sin cesar, aún sabiendo que desaparecieron para siempre.Se recostó en una nubecita a modo de diván. Y empezó con psicología freudiana a remontarse a esos primeros recuerdos lejanos. Y se vio rodeada de afecto desde que era tan solo una oruga: “Mi infancia tuvo momentos bellos, yo era la princesa menor, nací con algunos colores, el oro era el que más resplandecía entre las hojas, mi padre me alzó entre sus brazos y nunca más me soltó. Mis hermanas jugaban conmigo como si fuera el más preciado de sus juguetes obsequiado por mi madre en un día primaveral del mes de octubre”. Prosiguió rememorando su historia: “Así crecí, como era golosa me encantaba posarme en cada hoja, engañar a las hormigas que creían que era una más de ellas, y saborear cada variedad de plantas. Qué felicidad no tener que cuidar el peso, las apariencias, solo disfrutar feliz expandiéndome de la muda,  en un lugar resguardado para formar esa capa protectora natural como la seda o fabricarla con ramas  para protegerme de adversidades y peligros exteriores”.  Se la escuchaba feliz recordando cosas olvidadas, se reía sola, las nubes le hacían cosquillas porque amaban sus carcajadas contagiosas, que se escuchaban desde la lejanía. Y nada importaba, estaba con ese escudo protector puesto, que a pesar de burlas infantiles no la penetraban, rebotaban y seguían de largo. ¿Por qué habrá pasado a la siguiente etapa? ¿Por qué ese micro mundo no se habrá detenido allí donde nada duele? ¿Cuándo fue que le dio el permiso a otro para perturbarla? ¿Por qué tuvo que comenzar esa nueva etapa crisálida dónde todo lastima, transforma, te deja inmóvil, tiesa? Esta nueva fase te obliga a cuidar las formas, dejar de consumir tanto, tratar de disfrazarte con ese capullo que te envuelve para protegerte de todo, hasta de miradas indiscretas que te invitan a ser
 como los demás para mimetizarte con lo impuesto.
Ya no era tan divertido para ella, sus hermanas ya habían pasado a la siguiente etapa, y se aburrieron de jugar con las muñecas. Como nostálgica empezó a hablar de sus padres ya más grandes y sin tanta paciencia para enfocarse en sus debilidades o desganos: “Me fui encerrando, aburriéndome un poco de lo cotidiano, haciéndome cargo de lo que no me correspondía, de lo que tenían que hacer otros. Huía cuando podía de ese hogar lleno de deberes, en busca de un poco de compañía contemporánea”. Y se empezó a aburrir de todo y de todos, hasta de sí misma. Fue el día que se perdió. En ese momento, se sobresaltó, como si algo profundo la hubiese lastimado y cambió de tema. Trató de pensar en algo lindo, y allí apareció él enamorando otra vez sus memorias. Y las cosas a partir de allí se sucedieron unas a otras, cuando  rememoró que él soltó sobre ella un sinfín de pequeñas escamas sobre sus antenas, sus cuerpos se encontraron entrelazando sus colas, pero mirando para lados opuestos mientras emprendían unos vuelos juntos. Y así en un pestañear, se encontró que en sus brazos tenía al fruto de ese amor que la miraba profundamente. Ella se derretía como nieve helada tocada por los rayos de la incipiente primavera. Ya no podía pedirle más nada a la vida si lo tenía todo. Poseía los más bellos colores,  un amor con todo lo que la palabra amor conllevaba, no carecía de problemas para recolectar el néctar del campo, era amada por el resto de la bandada, que esperaba por turnos su visita amena y llena de buenos augurios. 
Pero, enseguida, otra vez la melancolía aterrizó en su mente ácrata. Hasta las nubes esta vez se sintieron un poco confundidas con su relato. ¿Por qué no se sentía plena? ¿Qué pasaba dentro suyo para no poder brillar, si su vida estaba hecha de retazos resplandecientes? ¿Tan hermosa, tan sublime, qué más estaba esperando para ser dichosa?La respuesta no tardó en percibirla, recordó que las mariposas tienen procesos que cumplir, que sólo cuando llegan a la adultez, en el momento de despojarse del capullo que las recubren, es cuando se vuelven expertas en camuflaje, con una capacidad infinita para mimetizarse con el entorno. Allí despliegan sus alas al viento y vuelan sin parar zigzagueando en el aire, libres, transformadas totalmente. Y ya apropiadas de esa libertad, será imposible decirles por dónde tienen que transitar, porque aprendieron con la experiencia a volverse casi invisibles para los otros. Sólo se dejarán ver cuando así lo deseen, nunca más por imposición. Esta nueva actitud esencial le fue difícil de digerir a todos aquellos que la rodeaban, acostumbrados  que siempre anteponía sus deseos para cumplir los de los otros, y de su disponibilidad para todo el universo.Miró el reloj, sacudió sus escamas descansadas, y se dijo: “Por hoy ya terminó la hora de sesión, es tiempo de seguir con mi vuelo, más liviana, más entera, comprendiendo que soy lo que quiero ser de aquí en adelante, cerrando capítulos lejanos que hacen daño, porque ya quebrantaron lo suficiente; y la historia no se puede cambiar. Pero sí puedo cambiar todo lo que me queda por descubrir desde lo alto del cielo, guiada por esa mano invisible que todo lo ve y que cuando quiere indicarme que por allá es el camino, me hace chocar mis antenas con una pluma volátil que desciende desde el infinito, para que fije mi mirada sin perderme de la ruta que me llevará hacia mi propio destino”.
Por Andrea Sigal, 
© 2020

CON ALAS DE MARIPOSA: PRELUDIOS


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